Puesto que todo estaba cambiando velozmente, la verdad era volátil y no había valores firmes, una mañana decidí evolucionar. Así que me adherí a las teorías negacionistas, consideré que el hombre y la mujer fueron hechos con nuestro actual aspecto, nunca existieron los dinosaurios ni es aceptable la teoría de la evolución, afirmé que la Tierra es plana, que el cambio climático y el Covid son inventos de quienes nos controlan y la raza blanca es superior a las sangres mestizas, clamé contra los inmigrantes que llegan de todas partes, porque los que vienen aquí no son refugiados sino que estamos ante una inmigración masiva promovida por los poderes y las élites mundiales. Además supe que los reptilianos se han infiltrado en todos los gobiernos, mi vecino de piso es también alienígena y su mujer una zombi y me incendié porque a Donald Trump le habían robado las elecciones. El, que estaba destinado a ser el Salvador de la Humanidad. Pensé que la pandemia iba a acabar con el buen juicio, porque Bill Gates, Soros y hasta Barack Obama estaban asistiendo a misas negras y orgías en la isla caribeña del conseguidor Jeffrey Epstein, todos ellos eran pedófilos satánicos y querían eliminar a media humanidad. Evolucioné tanto en tan poco tiempo que ni recordaba los tiempos en que fui luchador en la universidad, ni mis expedientes cuando la censura. Cuando avanzó la pandemia, que en realidad era una plandemia, me negué a ser vacunado porque me iban a inyectar un chip para controlar la mente, y, en definitiva, me iban a matar. Tenía claro que existe un grupo poderoso, maligno y secreto que se ha infiltrado por doquier, hay agentes con influencia en todos los niveles y solo quedamos unos pocos que pensamos por nuestra cuenta, e intentamos desenmascararlos. Me había hecho agresivo y en las tertulias con amigos daba rienda suelta a mis conclusiones, siempre a la contra de las informaciones oficiales, tan manipuladoras. Buscando en las redes, guiándome por el verdadero periodismo de investigación y argumentarios contundentes, discutía y sentaba cátedra sobre cualquier asunto científico, geopolítico o socioeconómico que se estuviera debatiendo. Despertaba cansado, con la presión alta, la arritmia cardiaca peor. De cualquier modo, no tardé mucho en ingresar en las filas de un partido que admitía mis ideas, y así desde primera hora recibía vídeos y guasaps reveladores sobre lo que está ocurriendo realmente, desmontando las muchas mentiras que nos venden. Ya no me interesaba leer libros ni periódicos, puesto que todo viene trucado por mentes sibilinas, en realidad lo que persiguen es conseguir la inmortalidad para una élite y eliminar al resto. Nos manipulan cada día de nuestra vida, y hay que decir basta. ¿Y si fuera posible la clonación de humanos, y si ya se estuviera practicando secretamente en algún laboratorio de las superpotencias? Los grandes líderes se replicarían a sí mismos hasta el infinito, recuperarían el vigor y solventarían los problemas de encarnarse en un cuerpo juvenil y adoptar una nueva alma aunque no pudiese contener las emociones ni los sentimientos que les impregnaron en su anterior vida. Conseguía dormir con una pastilla y en mis noches contemplaba nuevos planetas paradisiacos donde escapar, pero por desgracia se esfumaban.
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