Pentti en otoño
Debería haberme dado cuenta
de que hoy estrían los versos de Pentti
se encaraman a la obviedad y cojean
heridos
por la pertinencia del otoño.
Hubo un tiempo, Pentti,
en el que tú y yo estábamos seguros
de nuestro debate solitario
y de nuestra posibilidad
de encontrar lo que definía
la celebración de la vida.
Y ahora, sin ello, ya sin ello,
soy, yo al menos Pentti,
como un viento vespertino
al que todavía nadie hace ningún caso.
Me formé en la noche y lo intenté,
quise decir algo y fui solo una extranjera.
Hoy, asomados todos los otoños
y cada una de las primaveras,
Pentti, acércate a revelarme
cómo volver a tus intuiciones
quedan en mí solo, a estas alturas
deseos vagos de conjugar una sombra
con la lentitud de tu descanso.
Sweet kid
Sweet kid, te has teñido el pelo de negro.
Ya no te pareces a la niña
Que sostenía la taza hasta mi mesa
En el bar de tu padre,
Cuando tu padre clavaba el toldo al suelo
Sin camiseta en las tardes diáfanas
Sin camiseta cuando yo pasaba
Hacia la barra a recoger mi té.
Los días de verano hacia la barra
Y tú corrías, rubia, sweet kid,
Tú corrías hacia mí,
Lejos de la gente, y te mentías,
Te decías que el tiempo era
Un reloj grande y ligero
Que tenía cuerda y lloraba en invierno
Y que tu padre tenía la camisa puesta
Y que tú tenías el pelo como yo.
Sweet kid, te has teñido el pelo de negro
Y tu padre ya no está
Tu padre es ahora un novio grande
Que se sienta a la mesa con un amigo
Y ríen y toman té, y son rubios
Y ellos te quieren los dos
Y se podrían llamar Jules et Jim
Pero no se llaman nada, solo tú
Los llamas Soñadores
Y se retiran por la tarde.
Pero tú, cubriendo tu cabello rubio
Sweet kid, cubriéndolo de negro,
Que se resquebraja cuando lo mojas
Cubres la luz que recuerdo
Cubres los abrazos que recuerdo
Cuando todos éramos más altos que tú
Y tu padre aún existía
Y todos traíamos su camiseta
Que volaba por la terraza
Porque el viento soplaba
Aunque hiciese mucho calor.
Y tú, sweet kid, siempre con tanta energía,
Con tu coleta rubia, con tus ojos negros,
Como tu pelo ahora, como tus tardes,
Como los años en los que me fui
De esta terraza que ahora habito.
Alicia to be en Boston
Alicia es el cuerpo de la segunda fila que huele a tabaco americano, que se sienta y se queda siempre erguida frente al profesor en la segunda fila, que tiene ojos extranjeros, pardos y extranjeros, que no suda aunque en la clase haga calor, y que pinta al profesor en vez de tomar apuntes. Alicia es sola, Alicia es Alicia. Alicia es cuando John Wayne cruza Colorado, y es ella cuando Bogart llega a Casablanca. Alicia sujeta una fotografía, mira al viejo en el cine de Boston. Sin alma ni cartón. Sexto mes, la clase sin aliento, El Tercer Hombre. Alicia es sola, me siento con Alicia. ¿Quién es el hombre? El abuelo de Boston, James. Séptimo mes. James ha muerto. Séptimo mes. Citizen Kane. Rosebud. Alicia Thomas no es en clase. Alicia es en Boston. Funeral americano. Ya nadie dibuja al profesor. Adiós al aroma americano. Adiós. Polvo sobre polvo. Dust on the dust. Rosebud. Alicia not to be.
Lone Scherfig
Lone Scherfig sola en Dinamarca.
Dicen que la vieron muchas tardes
Hablando con la sirena de Copenhague
En italiano para principiantes.
Lone Sherfig, mirada claroscura,
La libertad de la musa del dogma.
La educación inglesa, la buena educación.
Serenos los cuerpos que miras contornearse
Antes de hacer el amor, antes de besarse,
Antes de mirarse, antes de conocerse,
Antes de ser, antes de morir.
Lone Scherfig, antes de que Wilbur
Decidiera suicidarse, una y mil veces,
Antes de que tú, sirena de Copenhague
Lo salvases y nos salvases con él.
La fotografía de Bukowsky
Le pregunto al espejo si estoy loca
Mientras sostengo una fotografía
Donde sostienes una fotografía
En la que Bukowsky lee un libro.
Y así, eternamente frente al espejo,
Una concatenación de locos, yo y B.
Nos preguntamos por nuestra locura.
Dicen los psicólogos
que esa es la pregunta
que se formulan los cuerdos
En el siglo veintiuno.
Ahora me dibujo a mí misma de niña
Entre espigas de trigo que son
Trozos de cristales ensangrentados,
Trozos de cristal verde de los vasos
De la casa de mis abuelos paternos
Que me hacen recordar los domingos
Que pasaba en la casa a los dos años.
Cuando mis padres tenían mi edad
Y follaban en el piso de sus amigos.
Fumaban hierba de mala cosecha
Y leían a la generación beat.
Mi padre sostenía el libro de Bukowsky,
Y el libro que sostenía Bukowsky
Es el poemario de mi futuro hijo.
El espejo me responde que no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario