miércoles, 23 de diciembre de 2020

Tiempo de resiliencia


Por Eduardo Sanguinetti (*), Buenos Aires

Camino por la calle de los primeros dolores con un carnaval a toda marcha. Voy trotando por el camino, entre un denso gentío equinoccial, derramando las melodías que he aprendido.

Soy viajero y aventurero, en mi búsqueda de una salida me ocurren 'cosas', esto es lo que me hace avanzar, estoy enamorado de aquello de lo que los otros no se hacen cargo: la soledad... nada me es indiferente, pero es necesario que todo me sea indiferente, de otro modo no podría continuar intentando permanecer en un mundo donde nada es lo que parece.

Como un hijo pródigo camino con dorado ocio por la calle de mi adultez. No estoy desilusionado, todo como he imaginado es cambio y transformación... el cielo cuelga inmóvil, el aire está quieto, silencioso. Más allá los músicos afinan sus instrumentos. ¡Otro día de vida!

Me ha permitido el permanecer en sobrevivencia en esta tierra, conocer a seres que se acuestan sin comer y se levantan sin saber si comerán en el día que deben enfrentar, con el siniestro Covid-19 acechando, en un tiempo donde la rancia normalidad no termina de darse a la fuga... somos todos/as, los perros de la globalización, no podemos impedirlo, aun encontrando el "gran amor", el destino nos ha encerrado en una jaula de laboratorio, con perfil mutante 'endless'.

No lo ignoro, pues veo, siento y experimento las necesidades de la mayoría de hombres y mujeres que luchan o mueren en el intento de permanecer en este mundo, donde deberíamos todos y todas tener nuestro espacio para permanecer, nuestro pan para comer y nuestro rol a cumplir, para hacer de esta existencia algo digno de ser experimentado... las tinieblas lo han tomado todo.

Los sensibles humanistas iconoclastas, tenemos la mediana certeza, que esta vida es “algo” inasible, digna de ser experimentada en disfrute y placer, jamás una condena con fecha de vencimiento… sólo me interesa saber que la vida debe ser ‘vivida’ como un milagro, no como un castigo.

Ante la lógica de los ‘justos’, la ‘benevolencia’ impasible de los generosos y los ‘virtuosos’, junto con la seriedad de los ‘teóricos’, se promueve la indigencia de millones de seres humanos y se perpetra el despojo de derechos, la expoliación de la vida, la degradación de la salud, el hambre como regla y norma, las horas muertas, la vida espantosa, sin visión de modificar el horizonte pintado a mano, paisaje siniestro y verídico, al que asistimos.

El sentido popular, asimilado en sensibilidad y ética, no ignora que la aldea global está envilecida tras el lucro, en cuyas manos se concentra la riqueza y el poder de decidir sobre la vida de comunidades enteras. Lejos de promover la armonía y el bienestar de hombres y mujeres, solo ha provocado los bajos instintos en un mundo que expulsa a los valientes poseedores de ideales e ideas y premia a los mercenarios, los cobardes, traidores y simuladores.

El hombre que se interroga sobre su destino está siempre solo, a cada instante él pierde o gana sin que haya ninguna referencia a alguna ley común. Todo destino tiene su ritmo, una ley de compensación equilibra los desastres.

Las cosas se posan dulcemente delante de aquellos que no pueden verlas. El sol es un juguete para ciegos. No es necesario prever, no es necesario ver. Es necesario enterrarse en el corazón de la tierra: el diálogo nunca terminará… poder contentarse con una verdad más humilde, saber que para obtener antes hay que olvidar.

“Es necesario renunciar absolutamente para ser absolutamente”, he escrito en mi ensayo Alter Ego. Es necesario también perseverar sin esperanza de victoria. El destino otorga su chance después de un largo periplo cercano a la muerte.

Eso que pedimos con la mayor insistencia al destino, al final nos lo acuerda (el precepto queda verificado) pero nos lo acuerda más que cuando no lo esperamos más. Hay que desconfiar de las ventajas fáciles que nos ofrece un mundo que simuladamente abre sus puertas a todos los que obedecen… pero alcancemos un estado de extrema felicidad que suprime por un tiempo la memoria de lo que jamás ocurrió.

De todos modos, a no preocuparse, en unos días Santa Claus, llega en su trineo cantando viejos villancicos, sponsoreado por objetos vintage, que ha tomado posesión de la Navidad y toda su implicancia simpáticamente pagana, para ateos, creyentes y agnósticos, tal mi caso: un “Baby Boomer”, perteneciente a una generación que ha mantenido sus principios y fines, con voluntad, persistencia, austeridad, animados de amor a la libertad, la paz y la verdad, sin presiones de nada ni de nadie, salvo de una hipersensibilidad, que nos mantiene vivos y de a ratos, muy alegres, de saber que lo peor no ha acontecido, aún.

(*) Filósofo y poeta

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