viernes, 23 de agosto de 2019

7 poemas breves de José Carlos Cataño

El poeta tinerfeño José Carlos Cataño nos dejó recientemente en la ciudad donde residía, Barcelona. Un hombre de pensamiento agudo, con una obra poética y ensayística bien contrastada falleció cuando estaba a punto de cumplir los 65 años. En homenaje reproducimos algunos de sus poemas






Amores ilustres

Yo también podría decir algo acerca de eso. Guardaos
vuestras estrellas polares, vuestras interminables
noches de amor, vuestras damas exquisitas, vuestras
hembras calientes como una mañana por Nyangabulé.
Tanto me da.

Acaso el amor sea el instante en que tiemblan dos
cuerpos demorando derramarse el uno en el otro, los
ojos en los ojos, la lengua en el secreto previo al
desfallecimiento.

Su rostro no era hermoso y era persona de pocas
palabras. Tenía desde noviembre no sé qué semilla en
agua, y ayer, como quien dice, se convirtió en un
tallo finísimo, imparable, en la alegría de la casa.

Tanto me río de lo que sobrevive al verano, que ya sé
lo que es suficiente.

De "El cónsul del mar del Norte", 1990


Concédenos, oh Señor

CONCÉDENOS, oh señor, la medida de nuestro infierno
O, si no, una lucidez para vivir tranquilos.
No esta desazón de la barca sin mar
Ni puerto que la ampare?
Que el amor también ha muerto.
Haz de nosotros
Tu pasto de sabiduría. Sángranos hasta amasar
La alegría de la sangre con lo que del dolor nos
queda.
Configura nuestro cuerpo único
A la medida de nuestra muerte única.

De "Disparos en el paraíso", 1982

Nubes en la noche

Nubes vanas en la noche,
Así pasan las palabras
Por la aurora irreversible de las cosas.

Todo pensar se declina
En el grito oscuro de lo pleno.

Y yo entre las vorágines te buscaba
Como si así pudiera con tu rescate
Cumplir un luminoso pasado.

De "A las islas vacías", 1997


Por salvarte del horizonte...

Por salvarte del horizonte
Enterré mi cuerpo una tarde de mar en furia,
Incluso sin vestigio
De isla fatal,
                         que a ti y a mí
Debió a lo lejos de iluminarnos.

Ausencia y temblor enhebré,
Ceguera e ignorancia en cruz,
Por hacer entera en mis ojos
Tu primera mirada.

De "En tregua", 2001


Proemio al abrazo

SI fuésemos algo
Seríamos dos abismos,
Nada más que dos abismos?
En el tuyo arrojaría
La sombra vertiginosa de mi ser.

De "Disparos en el paraíso", 1982

 
Sensación de la distancia

VIENDO el revuelto manojo de las palmas
Acuciadas por las sombras multiformes
Siento en el combate la blancura de tu imagen,
Los suaves y agitados muslos cuando
Con la fuerza de mi aliento los palpaba.

De "Disparos en el paraíso", 1982

 
Siempre serás para un amor lejano y escondido

A lo mejor uno se enamora para la despedida, para
cuando llega la estación seca y los hombres se besan a
la luz de Venus.

A lo mejor, para que aquella frase (tu cuerpo húmedo
contra el cual aprieto el mío recobra los días que se
fueron) subraye que estás solo.

Pero cuando surja de nuevo ?la veranda llena de
alegría, los cuerpos abrazados girando en la
penumbra?, volverás a decir:

Luz del instante, tus ojos. En ellos me veo por
primera vez.

No vengas con más mentiras, malasangre.

De "El cónsul del mar del Norte", 1990


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