lunes, 3 de abril de 2017

Los jubilados quieren apurar la vida



En una mañana de marzo que ya oficialmente era primavera nos convocó José Luis de Marco en su casa de la cumbre. La casa más alta de Gran Canaria, a casi 2000 metros de altitud, a pocos metros de los radares militares conocidos como Los Pechos. Al subir cruzamos nieblas espesas, los pinares de repoblación, el aire puro. José Luis ejerció la arquitectura en años del boom, el dinero corría pero es ahora cuando se confiesa feliz. Compañero inseparable de su perro Pluto, un American Standford con el que ha compartido muchas peripecias, algunas extenuantes, sobre todo cuando le impedían dormir en algún establecimiento con presencia del animal. Daba gusto caminar los espacios de la finca, los pequeños huertos, los narcisos amarillos, los lirios de color violeta. Por momentos la bruma dejó ver el Roque Nublo, aunque el Teide quedaba velado a lo lejos. Cuando comenzamos a comer estábamos a cuatro grados; la casa fue hecha en otra época, con madera abundante, orientada al oeste para recibir el sol de atardecer, en los días despejados la visión de la naturaleza circundante es única. A las pocas horas de aquella jornada invernal Las Canteras y el sur resplandecían con un sol espléndido, la maravilla de los microclimas del pequeño continente en miniatura que es la isla. El anfitrión lee poemas suyos, es un buen conversador, explica algo que tiene en la mente cada día: un proyecto en Granada. Soñadores a partir del paisaje, recorríamos el pinar, examinábamos las flores y los frutales, disfrutábamos el aire limpio, degustábamos el vino y la comida, escuchábamos atentamente los textos que iban siendo leídos. En la casa espléndida de José Luis de Marco, buena parte de los contertulios eran jubilados. Y sentíamos el gozo de vivir porque jubilación viene de júbilo, expresión de alegría.

Con cierta frecuencia me encuentro amigos que no veo desde hace tiempo y algunos te hacen la típica pregunta ¿qué haces ahora que estás jubilado? ¿ya no escribes? Da la impresión de que jubilarse es estar en otro lugar, distante y casi escondido. Pero ya se sabe que los periodistas y los escritores no se jubilan jamás, que morirán con las botas puestas, es decir: sobre el teclado y delante de la pantalla en blanco, esbozando libros, leyendo, escribiendo artículos periodísticos. Dicen que para librarse del alzheimer lo mejor es mantener la mente activa, desterrar el ocio pasivo, no abandonarse delante del televisor. Y por eso hay que estar delante de libros por leer, y quizá escuchando música del barroco, y Mozart, y Beethoven, y tantos otros. Incluso música pop puede acompañar el deslizamiento de los dedos sobre el teclado para construir frases e ideas. Adorar a Vivaldi no significa que haya que echar pestes de los Rolling Stones, de REM, de Bruce Springsteen, de Leonard Cohen y un largo etcétera. Lo más importante de la jubilación es sentirse ocupado, trazarse pequeñas metas, idear viajes al mundo, completar viajes al interior de uno mismo.

¿A qué edad comienza la vejez? ¿Cuándo puede establecerse que llegamos a eso que se llama Tercera Edad? Cuando yo era chico la esperanza de vida en nuestro entorno apenas superaba los 60 años, y hoy en día va más allá de los 80. De este modo, estamos poblando una sociedad envejecida, en la que hay pocos nacimientos. Alguien tiene que rejuvenecer el país, por eso necesitamos que vuelvan los inmigrantes, pero les ponemos todas las trabas posibles. Y es que esto de la Tercera Edad va por países, así en Japón los ancianos son respetados mientras que en el mundo occidental, sobre todo en Estados Unidos, el envejecimiento se considera indeseable, recordemos No es país para viejos, aquella película de los hermanos Coen. Se elogia la vitalidad, la juventud, mientras que se ignora la ancianidad. Debe ser porque los ancianos consumen menos, son menos útiles para el aparato productivo. Últimamente leemos que los progresos de la medicina alimentan la esperanza de que el ser humano pueda llegar a vivir 120 años, pero ¿para qué vivir tanto si la calidad de vida no es la adecuada?

Algunos creadores han llegado a la ancianidad en plenitud. Por ejemplo Cervantes cuando escribe la segunda parte del Quijote, Goethe, los músicos Joaquín Rodrigo y Pablo Casals. ¿Qué decir del gran Picasso, o de José Luis Sampedro, o de Saramago o de Gabriel García Márquez, todos los cuales estuvieron creando cuando tenían una edad avanzada? España es uno de los países con más viejos del mundo porque más de 8,5 millones de personas, casi el 20 por ciento de su población, tiene más de 65 años. Pero el debate está servido. ¿Es correcto decir que alguien de 65 es viejo? ¿A qué edad se entra realmente en la vejez? Por comodidad estadística desde hace más de un siglo se trabaja con la idea de que la vejez empieza a los 65 porque ese umbral fijo coincidía con la edad de jubilación, pero la realidad es que no dejamos de ganar esperanza y calidad de vida y las personas de 65 años de hoy no tienen que ver con las de antes porque llegan mucho mejor a esa edad y uno diría que los de 65-70 años actuales son como los de 55-60 años de generaciones anteriores, afirma Antonio Abellán, investigador del departamento de Población del CSIC y director del portal Envejecimiento en Red. De ahí que tanto él como otros investigadores del CSIC hayan decidido abrir un debate sobre la necesidad de redefinir el concepto de viejo o, como mínimo, la edad de inicio de la vejez.  

A pesar de que, al final, la muerte supone la gran derrota, nunca hay que rendirse. «No se envejece por haber vivido un cierto número de años; uno se hace viejo por haber desertado del ideal», es una frase atribuida al general MacArthur. Ahora se estima que la Tercera Edad comienza entre los 70 y los 75 años, depende de cada cual. Y es que la jubilación y la llamada Tercera Edad en realidad son oportunidades para hacer muchas cosas, para viajar, para pasear, para leer, para seguir creando, para apurar cada uno de los días que nos regalan los dioses.

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