El caso del joven becario alemán
de 21 años que falleció en Londres después de trabajar sin pausa durante 72
horas pone en evidencia la perversidad de un sistema cuyo único Dios es el
Dinero. Nos recuerda aquella terrible película de 1969 titulada Danzad, danzad, malditos, de S. Pollack
con una pletórica Jane Fonda. Precisamente los concursos de baile en la época
de la Gran Depresión mostraban lo malicioso de un sistema que es capaz de llevar la competición hasta el límite, sin que importe la muerte de los competidores ya que lo único que importa es la ganancia de quienes organizan el espectáculo. Un sistema que extiende la
pobreza y hasta el hambre en la crisis global y que, paralelamente, reserva
gratificaciones extraordinarias para quienes desarrollan a fondo los mecanismos
de ingeniería financiera: crear riqueza ficticia a base de la manipulación. Los
jóvenes españoles, entre los que el paro es un cáncer que crece de día en día,
aspiran a un puesto de trabajo digno y solo reciben a cambio un billete para
emigrar. Este joven alemán solo quería –pobrecito– convertirse en uno de esos
directivos privilegiados que reciben millones de euros cuando a alguien se le
ocurre cesarlos. Sin ir más lejos, el director de la antigua Caja de Ahorros de
Canarias, la de Gran Canaria, percibió más de 3 millones de euros, una minucia
si lo comparamos con las indemnizaciones de personajes como Rodrigo Rato y
tantos otros que han contribuido a hundirnos en la actual crisis.
Ahora un total de 3.175 banqueros cobran más de un millón de euros en la Unión Europea, y tres cuartas partes de ellos se encuentran en el Reino Unido, principalmente en la City de Londres. Las cifras resultan demasiado golosas para jóvenes recién licenciados con pretensiones de comerse el mundo, dispuestos a cualquier sacrificio por entrar en un exclusivo círculo de sueldos millonarios y bonus de vértigo. Por supuesto, las puertas de la City sólo se abren a un limitado número de imberbes genios, que además de mostrar potencial y capacidad para convertir los miles en millones, deben sobresalir de la competencia.
El exceso de trabajo asumido por Moritz
Erhardt no representa un caso aislado de pasión por el trabajo o una
ambición desbordada por llegar lejos, sino que constituye la rutina habitual de
los cientos de jóvenes que disponen de un par de meses de periodo en prácticas
en la banca de inversión para darse a conocer en la empresa. Muchos de estos
jóvenes que desembarcan en la City de Londres durante el verano se hospedan en
las residencias de estudiantes del este de Londres, como en Bethnal Green, por
su cercanía con el corazón financiero de la capital británica y sus precios
asequibles, aunque apenas pasan tiempo allí.
«Todos trabajamos muchas horas
pero lo que regularmente se quedan hasta las 3 o 4 horas de la madrugada son
los que están en banca de inversión. Las prácticas duran como máximo diez
semanas, existe una aceptación general. Ves a gente con los ojos vidriosos y
bebiendo cafeína para aguantar pero nadie se queja porque las recompensas
potenciales son enormes. Competimos por trabajos muy bien pagados», comentó un
joven actualmente en prácticas en un banco de Londres que prefirió no revelar
su identidad. Lo habitual en estas prácticas en
bancos son jornadas laborales de 14 horas, pero en muchos casos llegan
hasta las 22 si completan el famoso «magic roundabout» (tiovivo mágico); un
práctica que consiste en abandonar la oficina en taxi a altas horas de la noche
y hacer que el conductor espere en la puerta a que el sujeto se duche y se
cambie de ropa para llevarlo de nuevo a la oficina. La solicitud de prácticas se ha
multiplicado en los últimos años y por lo general por cada 25 plazas ofertadas,
se presentan 5.500 candidatos. Una vez dentro, nadie quiere defraudar y la
obsesión por obtener el trabajo soñado en tiempos económicos adversos les insta
a asumir una carga excesiva. Ya se sabe: Danzad, danzad, malditos, bajo el tintineo de las monedas.
(Ilustración: edificio de la Bolsa de Londres)
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