sábado, 14 de agosto de 2021

Messi, marca registrada


Eduardo Sanguinetti, filósofo y poeta.

Por Eduardo Sanguinetti, filósofo y poeta, para NOVA. Buenos Aires

Lionel Messi llegó a París, luego de pactar con un personaje sombrío como lo es el dueño del club francés Paris Saint Germain, el Emir Tamim bin Hamad Al Zani, conocido de Mauricio Macri, "el blindado", gracias a la presentación que efectivizó el ex-tenista Gastón Gaudio, socio del empresario qatarí en un emprendimiento: el centro de esquí Baguales, en Bariloche, por lo cual, recordemos, desembarca Qatar Airways como sponsor de la camiseta de Boca, club que Macri presidió durante muchos años, con ayuda de los "buenos muchachos".

Las fuentes de informantes bien pagos, dejan entrever, que este grupo de especuladores se unieron para sellar el contrato del 'producto' Leonel Messi... todo operado por la trama mediática mafiosa mundial, que publicita hasta el hartazgo cual noticia "espectacular", el desembarco de Messi, Antonella Roccuzzo y sus hijos en París.

Capítulo kitsch, que pasará a engrosar los anales de la historia pos verdadera del mundo en este tiempo de las grandes estafas y mentiras a repetición... se publicitan a los Messi con fotografías en pasquines del sistema global y filmaciones de producción multimillonaria, que ensalzan la vida del "ex-superstar" del Barcelona, que lo despidió con alegría inocultable (no olvidemos las evasiones fiscales de Leonel, su padre y hermano).

Pero a no preocuparse fans, todo está en venta, cual norma y regla del capitalismo salvaje en el negocio fraudulento del fútbol, panacea para distraer a la humanidad toda... La intimidad "sweet home" de la familia Messi, cual reality show en pantallas de TV en hogares del planeta, -visualizados por seres, que desde su anonimato e indigencia-, aplauden, experimentan y comparten la felicidad del instante virtual con su ídolo… felicidad, construida en la plataforma del "Mundo feliz" de Huxley, hace años, donde nada es lo que parece ser.

El fútbol no tiene nada que ver con la concepción de deporte en el sentido clásico. No en cuanto a todo lo que fomenta el negocio del fútbol, en manos de entidades dirigidas por inescrupulosos empresarios, que como objeto de cambio esclavizan a jugadores (gladiadores rentados del tercer milenio muy bien remunerados) convertidos en profesionales de la "cosa nostra", sometidos a las mismas tensiones de un ejecutivo de una multinacional, sin pertenencia y sin dignidad alguna.

El porvenir, las palabras de esperanza, solo me inspiran desconfianza, luego de asistir al grotesco espectáculo "al modo Messi". No aprecio demasiado las dulces promesas del porvenir...

El porvenir es para los demás; para mí el presente desde siempre... de todos modos permanecemos en una ¿democracia?, mugrienta y empantanada, pero democracia al fin, como vociferan los ridículos funcionarios de gobiernos apolillados, sólo para tullidos, hundidos en la desesperación, los autistas metafóricos, que pueblan naciones sometidas al imperio de la globalización omnipresente, que todo lo abarca, producto de una política deliberada, ejercida a escala mundial, deviene instalarlo a Messi, cual producto a vender a cualquier costo.

Pero no olviden que Messi llegó a París, ¿qué importancia frente a este "comic epic", promocionado por la mafia mediática y macroempresaria y gobiernos fraudulentos, tienen los miles de millones de hambreados y sin techo del mundo?, ¿las guerras en regiones lejanas?, ¿la prostitución y tráfico de niñas?, ¿el narcotráfico?, nada debajo del delirio y la desmesura, para quienes a grito desaforado piden justicia social e igualdad, y se suman a las huestes que vitorean a este producto marca registrada, hoy por un club parisino, asimilado a lo peor que nos entrega el neoliberalismo... y el show debe continuar, tiempo de elecciones en Argentina, y la tendencia es entretener a los giles, que harán uso de su único derecho, obligatorio, elegir a su verdugo.

Y ahora dedicaré unas palabras a mi país: Argentina, que en el siglo pasado el proyecto de nación indicaba el futuro. Ese proyecto se apoyaba en algunas instituciones y algunos principios basados en una Constitución (hoy en decadencia y olvido) respetada y legitimado ese respeto en el cumplimiento fiel a lo por ella manifestado: las bases que conforman la estructura de una nación.

Como sea, había nación. Los argentinos se identificaban con una serie de proposiciones que tenían mucho de mitológico pero también eficacia aglutinadora. Este era el país de la abundancia, el país de la clase obrera industrial, de las capas medias cultas, del consumo más alto de diarios y libros, de la plena alfabetización y el pleno empleo.

A mediados del siglo pasado comenzó el deterioro de este paquete de creencias. Dejamos de ser el país más industrializado de América Latina, las dictaduras militares carcomieron los derechos de ciudadanía con el aval de políticos, empresarios, intelectuales y periodistas, hoy en plena vigencia, cómplices en silencio de muertes, desapariciones, torturas y exilios de toda una generación.

El vaho neoliberal de los noventa remató a la Argentina. En plena era, donde la tecnología se encuentra al servicio de intereses del poder, tiempo en donde las corporaciones marcan el rumbo del deber ser de un mundo, donde un producto como Messi, acapara la atención de una población en estado de gradación a cero.

Un mundo donde se negocia en forma desenfrenada con todo lo que tenga que ver con una pelota que no se echó a rodar y donde se amalgaman desde sticker, remeras, marcas de primera línea de lo que sea, desde condones hasta fast food ecológico, sin olvidar el comercio sexual con la camiseta que más venda, la de "Messi delivery" en PSG vale 159 euros, 34.000 pesos argentinos que un empleado de este país, no podrá pagar, todo a contrapelo de lo que fue un deporte... intuyo que este espectáculo que tiene como primer actor a Leonel Messi, es la antesala del mundial de Qatar del año 2022, que dará un título un tanto arreglado en favor de la selección argentina, como regalo a Leonel, por ser un obediente servidor del neoliberalismo mercantilista y depredador... sólo una intuición.

Queda bastante poco de lo que Argentina fue como nación. Las instituciones que producían nacionalidad han perdido todo sentido y la corrupción se ha vuelto endémica.

Pasan a primer plano otras formas de nacionalidad, por cierto provisorias, que hoy cubren todos los vacíos de creencia. En el estallido de este mundo del espectáculo mediático, el fútbol opera como aglutinante: es fácil, universal y televisivo. No es la nación pero sí su supervivencia pulsátil. O quizá, la forma en que la nación incluye hoy a quienes de otro modo abandona.

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