sábado, 5 de mayo de 2018

Trabajo y servidumbre. ¿Qué sentido tiene hoy el 1º de Mayo?


Eduardo Sanguinetti, filósofo, Buenos Aires

Dentro de la bestial política latinoamericana se encierran cinco siglos de tragedia y desventura, cual siniestro karma de un siglo a otro, que de forma inalterable, perseveró la misma consigna de dolor y fracaso para el trabajador. La conquista española le pasó la posta a la colonia y esta al feudalismo criollo, que perdura a pesar del discurso cómplice de quienes dicen gobernar en nombre de la igualdad y libertad, de la fraternidad y la verdad: estafadores y ladrones de la vida de los pueblos, quienes se manifiestan alegremente, pactando bajo la luz de neón con los eternos enemigos de Latinoamérica y sus habitantes. El feudalismo nativo pactó su comodato con imperios en putrefacción, en plena vigencia de instalar tendencias prostibularias de todo tipo, que eliminan arte-naturaleza y vida.
El 1º de mayo de 1886, 200.000 trabajadores estadounidenses iniciaron una huelga reclamando que la duración legal de la jornada de trabajo fuera de 8 horas. A finales de 1886 las patronales accedieron a otorgar la jornada de 8 horas de trabajo a centenares de miles de trabajadores, marcando este hecho un punto de inflexión en el movimiento obrero mundial. Bien, en este caso de celebraciones sin sentido vital, hoy, la realidad duerme sobre la mentira, es un espectro en este mundo de gobernantes estafadores que se acuestan con las multinacionales, que todo lo manipulan, gobiernos y corporacionistas que van tras el lucro y la explotación de los trabajadores, que celebran su día, con hambre y en estado de indigencia, insatisfacción y humillación.
En la actualidad la mayoría de las naciones del mundo conmemoran el 1º de Mayo como el Día Internacional de los Trabajadores, salvo los países de colonización británica concreta, que lo celebran en otra fecha, para evitar movilizaciones radicales y socialistas, que causen disturbios en tan magna celebración, pues no hay nada que celebrar, salvo que todo sigue igual o peor.
En Buenos Aires la celebración del Día de los Trabajadores en la CGT (Confederación General del Trabajo) se llevó a cabo a puertas cerradas, con la inesperada y ¿enigmática? presencia de la ex-presidenta de Brasil Dilma Rousseff, pero sin Macri en el recinto, pues no acostumbra fotografiarse junto a dirigentes sindicales, en este caso leales a su atroz gobierno, que le vienen garantizando los planes de ajustes y despidos masivos, a su política de hambre y desigualdad… dirigentes que parecen formar parte del gobierno PRO, que no han anunciado ningún plan de lucha contra la avalancha de actos en contra de la vida de los trabajadores argentinos, huérfanos de representación gremial. No pasó inadvertida la presencia de Eduardo Duhalde, en esta íntima y extraña celebración. Para meditar acerca de la ética, los comportamientos de funcionarios y demás personeros del poder. Hoy, ante el triunfo del neoliberalismo en todo el planeta, con su tendencia de ir tras las ganancias de activos incorpóreos junto al poder concentrado en manos de pocos que provocan confrontaciones entre pueblos…la satisfacción de los trabajadores no es una preocupación para las empresas, ni para los gobiernos… jamás lo ha sido en la historia, basta remitirse al origen, pues el trabajo fue considerado a lo largo de siglos una actividad despreciable, que con el capitalismo y la división del trabajo suma degradación en calidad de ser, con dolor, sufrimiento y humillación a quien lo ejerce. Un informe publicado por Gallup en 2016, revela que sólo el 13% de los trabajadores se sienten atraídos por sus empleos. Dicho de otro modo, el trabajo es más una fuente de frustración para el 90% de los trabajadores del mundo.
Me pregunto qué sentido tiene hoy la celebración del 1º de Mayo si en espacio y tiempo se plantea una situación similar a la planteada hace un siglo y medio, salvo que en aquel entonces se podía aspirar a superar los conflictos con una revolución. Es imposible dar espacio a una mentalidad revolucionaria hoy erradicada del sentir y pensar de los pueblos, que viven en estado de anestesia y resignación el espectáculo insano que propone y ejecuta el neoliberalismo. Simulación de un simulacro, en un espacio de libertad condicional que tiene como marco de ¿legalidad? el creer existir en una democracia procedimental.
La democracia procedimental carece de todo contenido ético y no le interesa la defensa de ningún valor, salvo la coherencia con las normas del sistema de poder: la democracia reducida a una maquinaria de contenido procesal. Nos convierte en sociedades anónimas. Un totalitarismo subliminal ha sentado reales en el mundo, devenido en la puesta en acto de conductas socioculturales y políticas compactas, con la inestimable ayuda de las “tecnologías de punta”, que penetran la epidermis del tejido social, degradándolo y convirtiéndolo en un objeto del destino con la valiosa complicidad de las fuerzas vivas del capitalismo empresario, los títeres de la cultura chatarra de este milenio, Sindicatos fraudulentos, la Iglesia, las Fuerzas Armadas y los partidos políticos, en el crepúsculo de sus funciones de ser legítimos representantes de los pueblos.
El “estado de las cosas” queda resumido magníficamente en esta expresión lanzada por el expresidente José Mujica, al diario El País de Madrid en inicios de 2014: “Los presidentes somos juguetes del poder financiero global”. Ante esta frase, me pregunto ¿qué nos queda por hacer? pues nada más sepultado que el sentido popular, que desde el subsuelo donde quizás aún palpita brotará en el preciso momento, en el instante decisivo, el día del hombre digno y libre. Por ahora un deseo y una desesperación.
La especulativa y destartalada teoría de lograr llegar a que los trabajadores conquisten sus derechos, en transformación gradual, es una patraña infecta, causa primera y única de nuestra constante frustración de no haber logrado alcanzar la unidad de nuestra Latinoamérica, fragmentada y balcanizada. No deseamos sólo sobrevivir sino vivir. Salir de la trampa mortal de décadas de neoliberalismo y conformar comunidades rebeldes y libres que cumplan la promesa de una aldea global humanista, debemos crear una red global de comunidades autodeterminantes; lo merecemos, quienes no somos negociables, quienes nos asimilamos a la austeridad y el estoicismo como manera y modo de vida, quienes tenemos a la libertad y la verdad como fines primeros y últimos de nuestra existencia.
(Diario República, Montevideo, www.republica.com.uy)

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