lunes, 6 de noviembre de 2017

Jorge Liria, editor vocacional


Ahora en las islas hay docenas, cientos de nuevos escritores que salen de los talleres literarios. La escritura se ha democratizado, hay mucha gente ilusionada con publicar su primer libro. Una salida frecuente es la autoedición, y hay unas pocas editoriales, mayoritariamente radicadas en Tenerife, quizá por aquello de que allí residen las consejerías con competencia en Educación y Cultura que antes repartían sustanciosas subvenciones. También hay quien publica en Facebook, hay quien difunde su obra en las redes sociales, tal vez las consideramos infalibles. Asimismo, la gente vive entregada al guasapeo, el vocabulario se reduce y la realidad se hace rápida, efímera, circunstancial. Las emociones son superficiales, puedes tener 5000 amigos pero si te cae un cáncer o te divorcias y necesitas el apoyo de alguien, pocos te van a echar una mano. Es la nueva volatilidad de las relaciones humanas.

En Gran Canaria solo hay dos editores profesionales: Plácido Checa, de Cam-PDS y Jorge Liria, licenciado en Geografía e Historia, trabajador del periodismo largo tiempo, no solo editor vocacional sino también autor de libros. Jorge es aparentemente tranquilo pero en realidad es apasionado y temperamental, un currante enamorado de su oficio. La editorial Anroart, que fundó con sus hermanos, se ha quedado con Jorge como único soporte. El es portadista, maquetador, corrector y capaz de sacar libros con buena estética. Todo lo hace él. Además crea: ha escrito ocho libros sobre historia y geografía, ha sido coautor en otros títulos y ha trabajado sobre historia en revistas y periódicos. Con sus hermanos, invirtiendo el importe de una herencia, en octubre de 2004 funda Anroart Ediciones, que después de seis años ha sido la primera editorial canaria con presencia comercial en librerías de Madrid y algunas ciudades de la Península. La denominación Anroart es un homenaje a su madre, una síntesis del nombre y los apellidos de su madre. Ha publicado más de mil títulos con cuatro sellos: Anroart, Beginbook, Mercurio y Words for World. En tiempos de crisis ha salido adelante; no se queja, actúa. Por eso ha dado a conocer a escritores que empezaban con garra, como Santiago Gil y Alexis Ravelo, talentos indudables. Asimismo ha estimulado una avanzadilla femenina: Dolores Campos-Herrero, Ángeles Jurado, Rosario Valcárcel, Dunia Sánchez Padrón y otras.

Mi contacto con Jorge surge cuando Rosario Valcárcel y yo vivíamos lejos. Tenía un libro de cuentos entre manos, y dudaba. Era ¡Mamá, yo quiero un piercing!, que salió en 2005, en él figuran cuentos que me siguen gustando. Los escritores atravesamos baches emocionales, etapas de sequía, crisis de las que no puedes salir sino escribiendo y publicando. A mí me sucede eso: mientras no se publica el libro que considero terminado, no puedo ponerme a escribir de nuevo. Necesito que ya hecho salga a la calle, camine por sí solo. Jorge recibió mi proyecto y, sobre la marcha, lo autorizó. Pensé que era una señal de renovación publicar en aquella joven empresa de la que ya me habían hablado amigos, entre ellos José Manuel Balbuena, que ya había editado. Desde entonces, con alguna intermitencia, soy de Jorge Liria.

Su labor tiene mucho atrevimiento. A la gente le parece excesivo pagar 10, 15 o 20 euros por un libro, pero la gente no renuncia a tomarse unas cervezas. Han sido dinamitadas las humanidades de la educación, mínimas las campañas de divulgación de la lectura, falseadas las estadísticas sobre lectura del gobierno regional. Excluidos los libros de autores canarios de las grandes superficies, carente esta tierra de una crítica literaria y artística profesional, con libros de Tenerife que apenas llegan a Gran Canaria y viceversa, minimizadas las publicaciones de las islas, ciertamente con escasa calidad buena parte de ellas, abundante la opinión de escritores canarios que dicen no leer los libros de sus colegas, cerradas muchas librerías tradicionales, sin dinero las bibliotecas para hacer compras, tirados a la basura libros de esas bibliotecas, con instituciones que defienden malamente su patrimonio, de antemano Jorge parece condenado al fracaso, pero tiene visión del futuro y estimula a su gente. Rosario Valcárcel y yo le debemos el hecho de animarnos a tener blogs, en cierto modo suponen vencer el espacio de la isla, que te puedan leer en sitios lejanos.

En una entrevista de Mayte Martín en www.dragaria.es explicaba que actuó al ver que en otras islas sí había editoriales, pero no en Gran Canaria. Cabildos, ayuntamientos y gobierno regional sacaban libros que morían en los sótanos. Entonces dejó el periódico y se encontró una avalancha de gente que quería publicar. No puede haber una comunidad libre y madura si es incapaz de fabricar libros, eso piensa. Mi idea fue utilizar la distribución convencional, tener las mismas estrategias, usar los medios de comunicación. La crisis económica ha sido un varapalo para la cultura, pero ha fomentado la creatividad. Lo que publicamos es una mínima parte de lo que nos llega. No me preocupa el libro electrónico, afirma tajantemente, es de los que creen que el libro en papel va a sobrevivir siempre. Para mí, el artista tiene que inventarse algo diferente, no ha de repetir lo de otros; debe descubrir universos y necesita leer muchísimo. La insularidad es un hándicap para muchas cosas, para la sociedad y los autores. Hay bastantes mujeres que escriben, lo tienen peor que los hombres porque la escritura significa restar horas a la familia. Ellas tienen muchas responsabilidades; hay pocas en narrativa, en poesía aparece gente que él denomina cantarines.

Cree que la autopublicación daña la calidad. En Canarias se lee muy poco, la gente no lee ni las revistas en las consultas médicas. No ves a los nuestros con libros en las piscinas, están con sus móviles mandando mensajes, son los extranjeros quienes compran sus periódicos en papel y leen libros. Aquí muchos andan colgados a las redes y la telebasura; si en una casa no hay libros, no hay lectores. Jorge vive ahora en los aviones de Madrid. Su mujer trabaja allá, y se sube a un avión como el que coge una guagua de Vegueta a La Isleta. En tres horas te pones, mientras que si vivieras en Alicante o Córdoba o Huelva tienes que echar horas de autopista, atascos y cansancio. Lo que tenemos que hacer es quejarnos menos, concluye. Se ha subido a un tren que va por caminos escarpados pero está contento. Y, como autor que ha publicado en distintas editoriales en distintos momentos, aquí y fuera, sé que Jorge es un luchador.  

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