viernes, 19 de junio de 2015

Félix de Azúa: "Los intelectuales son necesarios"

Cada hombre tiene su oportunidad y su momento. Sólo es una cuestión de tiempo. Y de paciencia. El nombre de Félix de Azúa (Barcelona, 1944) ya sonó en los salones de la Real Academia Española en 2008 para ocupar la silla vacante que había dejado el actor, novelista, cineasta y dramaturgo Fernando Fernán Gómez. Ese año no puso ser y en aquella ocasión el director José Luis Borau le ganó la partida. Pero ayer el ensayista, que muchos han descubierto a través de la antología de José María Castellet «Nueve novísimos poetas españoles» –aunque ya había emprendido su trayectoria literaria con anterioridad–, partía como favorito y los augurios no fallaron. Carmen Iglesias, Javier Marías y Santiago Muñoz Machado respaldaban su candidatura para la silla «H», que permanecía vacía desde el fallecimiento de Martín de Riquer en 2013. El otro candidato que disputaba ese asiento era el periodista y escritor Juan Jesús Armas Marcelo, avalado por Mario Vargas Llosa, Luis María Anson y Álvaro Pombo. Sobre las ocho y media de la tarde, el dilema quedó resuelto y en la tercera votación, con diecinueve votos a favor, once en blanco y otros cuatro que apoyaban al otro aspirante, la RAE elegía a Félix de Azúa.
Hombre polifacético, que ha transitado con éxito por diferentes rutas y caminos literarios, Azúa irrumpió a finales de la década de los sesenta y enseguida se convirtió en una referencia de nuestras letras, aunque no sería hasta la publicación de la novela «Historia de un idiota contada por él mismo», premio Herralde, la que consagraría su nombre, ya bien reconocido en el mundo cultural, entre el gran público.
El secretario de la Academia, Santiago Muñoz Machado, no dudó en admitir la enorme importancia que supone esta nueva incorporación: «Es una persona que seguro que traerá un beneficio intelectual porque es un intelectual completo que ha transitado por todos los géneros literarios y que lo ha hecho extraordinariamente bien tanto como poeta, como ensayista y como novelista».
Javier Marías, uno de sus valedores, en declaraciones a Efe, comentó que Azúa es «un gran escritor, que ha tocado con acierto todos los géneros. Es un hombre muy completo y de gran prestigio, que puede aportar mucho a la Academia». Y añadió después: «Ha tenido siempre un gran interés por la lengua, que la conoce muy bien y que maneja todo tipo de registros. Y, además, tiene ganas de trabajar». La noticia sorprendió a Azúa en su casa, aunque se iba enseguida a celebrarlo con «sus amigos». El escritor, que debutó como poeta con el libro «Cepo para nutria», se estrenó en la novela con «Lecciones de Jena» y comenzó a adentrarse en el laberinto de posibilidades que ofrece el ensayo con «Baudelaire», comentó a este diario que la palabra «intelectual» «no me molesta. En cierto modo, los intelectuales cada vez son más necesarios.
Se suele hablar de la crisis de los hospitales y de la sociedad, pero también se requiere que existan intelectuales y más en estos momentos». El escritor, que ha recorrido todas las aristas de la literatura, este mismo año había regresado a las librerías con «Génesis», que remataba una trilogía compuesta por «Autobiografía sin vida» y «Autobiografía de papel». «En realidad –afirma– no me importa si te han elegido por ser poeta o ensayista. Lo que se da en la Real Academia Española es la unificación de todos los géneros, de todas las suertes que existen y que están relacionadas con el lenguaje.
En el fondo, es un horno de fundición en el que resultan muy importantes todos los conocimientos que se posean sobre literatura, filología... por mi parte, me gustaría que fuera por el lado más literario». A sus espaldas queda una biografía jalonada de títulos, como «El aprendizaje de la decepción», «Lecturas compulsivas», «La invención de Caín», que se ha recuperado este año precisamente, o su célebre «Diccionario de las artes». «Todavía no sé cómo funciona esta institución –comenta–. Supongo que ahora me lo explicarán. Pero la parte que más me interesa, y a lo que me he dedicado con profundidad, es la filosofía. Y en esa disciplina, me gustaría emplearme ahora. Me interesa mucho la parte técnica del lenguaje filosófico que está representado en el diccionario de la RAE. Creo que, a veces, no está bien recogido y, desde esta perspectiva, creo que podría aportar algo que fuera útil». Félix de Azúa, aseguró que «me he dedicado toda mi vida a la lengua española y soy muy aficionado, soy un fanático, y ahora tendré oportunidad de meterme dentro de las tripas del diccionario, que es una cosa muy apetecible. ¡Es lo que más me apetece!». Respecto al diccionario, la obra más emblemática de la RAE, dijo: «Todo es mejorable. Esa obra es una tarea centenaria. Es enorme y, por lo tanto, es un organismo vivo. Todos los días, como los jardineros, hay que podar las ramas muertas y hay que injertarle las buenas».

(De www.larazon.es)

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