lunes, 12 de enero de 2015

El rescate de Tomás Morales, poeta del mar

Se está emprendiendo la expansión de las letras canarias mediante la traducción de algunos de sus autores más significativos. Hace poco fue publicada la versión en inglés de Las Rosas de Hércules y en estos momentos Jean Marie Florès y Marie Claire Durand empiezan a trabajar en la traducción al francés, qué duda cabe que traducir poesía intentando salvaguardar la musicalidad y la métrica del idioma original es tarea complicada. Tomás Morales fue la vitalidad exuberante, el impulso de una burguesía comercial que estaba desarrollando la ciudad de Las Palmas a través de su puerto, y su nombre se asocia con la generación de poetas de comienzos del siglo XX: Alonso Quesada, Saulo Torón, Domingo Rivero, el inolvidable autor de “Yo, a mi cuerpo” considerado el predecesor del modernismo. Médico, intelectual mimado, fue Morales miembro del Partido Liberal Demócrata, muerto tempranamente igual que su amigo introvertido y pesimista, Alonso Quesada.  Su Casa-Museo en Moya es una auténtica Casa de la Poesía, dirigida por la eficaz y entusiasta María Luisa Alonso Gens, que ha contribuido a rescatar y divulgar su obra.

                Mientras la escuela poética regionalista de Tenerife exalta en el siglo XIX la isla interior, la poesía de Gran Canaria está más pendiente del mar. El mar es contemplado en distintos registros, así vemos el apesadumbrado y metafísico del gomero Pedro García Cabrera, mar de tiempos difíciles, y contemplamos también el hogareño y doméstico de Saulo Torón, el inaccesible y angustiado de Alonso Quesada, el tremendo aislado, así como el árbol de luz de Manuel Padorno. Ser isla, vivir hacia adentro, asumir el espacio interior, no suele ser tarea cómoda pero Morales tuvo una visión cosmopolita y eufórica de la realidad local y representa el despegue de la ciudad mercantil, capital económica del archipiélago. Su obra conecta con el sentido épico de Darío, Saint-John Perse o Walt Whitman, y según el profesor Sebastián de la Nuez el mar es una imagen de lo femenino, una referencia del útero materno, el lugar del que brotó la vida. El mar es también “un viejo camarada de infancia”, y, por si fuera poco, “el gran amigo de mis sueños, el fuerte / titán de hombros cerúleos e inenarrable encanto…” El mar de los puertos, las naves y los marinos; el mar-padre que representa el nacer y el morir, el orto y el ocaso; el de la alegría fundacional: ¡Atlántico infinito, tú que mi canto ordenas! / Cada vez que mis pasos me llevan a tu parte, / siento que nueva sangre palpita por mis venas / y, a la vez que mi cuerpo, cobra salud mi arte…!

                Según el prólogo a la edición de Las Rosas de Hércules, 1922, de Enrique Díez-Canedo, “los dioses y los héroes cabalgan en sus corceles marinos, y su ensalmo hace surgir un mundo cuya voz ha de ser la misma voz del poeta. Aquellas rocas se hacen fecundas; el comercio va a tocar en ellas y a dejarlas ricas y prósperas. El canto ya no persigue aquellas siluetas rudas, aquellos breves cuadros de antaño; cobra entonaciones augurales, se llena del espíritu oceánico; nos parece que se levanta de la espuma, impregnado de sal y yodo…”

Lázaro Santana (Modernismo y vanguardia en la literatura canaria, Edirca, 1987) estima que ya en el primer libro de Morales (Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar) hay poemas de tema marino, que sugieren, con respecto al modernismo español, originalidad en el enfoque y novedad en el lenguaje. Su vigorosidad plástica los alejaba de los habituales tonos decadentes que eran comunes al modernismo epigonal español de Villaespesa, a los primeros libros de Juan Ramón Jiménez. Morales destierra un caduco romanticismo y regionalismo de la poesía canaria.

Aunque al llegar al Modernismo en los manuales de literatura solo era citado Salvador Rueda con su poema a la sandía, el editor Carlos Barral nos dijo que “Tomás Morales es no solo el mejor poeta modernista español, sino el único que trasciende”. Y consigue que la poesía española retorne al tema del mar, casi ausente desde los poetas levantinos de la Edad Media. Conecta con Cairasco de Figueroa y su obra va pareja a la investigación plástica del pintor Néstor. Su canto es épico y según Enrique Díez-Canedo, Morales “es alumno de Rubén Darío sólo en lo superficial, ya que tiene sus profundos antecesores entre los poetas latinos: en Catulo, en Ovidio, en los tardíos Ausonio y Claudiano. Aquí, una fragancia de rústico huerto, enriquecido por la estación en maravilla de frutos; allí, una pomposa alegoría en que vuela un ser mitológico sobre exuberantes jardines, entre arquitecturas opulentas. De ahí viene la elocuencia, que es la cualidad cardinal de su poesía.” García Venero señala que hay en él hay un barroquismo “sui generis”, vivo, energético. Para Valbuena Prat, “Morales no necesitó, como Marinetti, menospreciar la belleza griega para cantar las máquinas modernas. El poeta del carro del Neptuno es a la vez el cantor de la ciudad comercial. Esta actitud, que trae el nombre de Walt Whitman, es la que le aproxima más a los últimos movimientos líricos.”

Morales y la nueva sensibilidad se conecta a los simbolistas franceses y al americanismo. Andrés Sánchez Robayna estima que es la de Tomás una poesía que “abierta a la idea de futuro (un futuro de armónicas imágenes inaugurales) parece estar fundando siempre un espacio de identidad atlántica.” La identidad del mar  y el nuevo tiempo de la poesía. Su obra va desde un tono lírico, emotivo, blando o vigoroso de su primera época, al triunfo de la luz y la nota musical. Un autor que dejó huella: muchos intentaron mantener el tono declamatorio de sus versos, su retórica exultante.

3 comentarios:

  1. Excelente reseña y puesta al día de Tomas Morales por Luis León. Vale la pena su lectura y difusión.

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  2. Magnífico artículo sobre el poeta del mar, sobre cantos románticos...
    blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

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