jueves, 26 de diciembre de 2013

Antonio Arroyo, poeta incesante



Entre sus libros figuran Esquina Paradise, Caballo de luz, Synphonia, Sísifo Sol.
El crítico Daniel Bernal Suárez dijo del primer libro citado que contiene interrogaciones sobre la realidad circundante, la palabra que inquiere. Destacó el diálogo permanente con la naturaleza y la celebración del ser, la autoindagación, con notable condensación verbal.
Antonio Arroyo bebe en la gran tradición de la poesía canaria contemporánea, donde nombres como Pedro García Cabrera, Luis Feria o Andrés Sánchez Robayna son pilares esenciales.
 

DÉMOSLE A LA ARENA
el espesor del vidrio
que contenga los mares.
Los rastros, los naufragios
y el brillo de una isla.
 
Démosle embocadura
al polvo que pisamos,
miremos horizontes
al soplar las palabras
encendidas de aliento.
 
Tendrá forma de ortiga
pues al polvo se aviene
su fragilidad firme,
su compendio traslúcido.
El animal intrépido
que enciende la botella
y echa a la inmensidad
un mensaje infinito
tendrá la forma humana
que el polvo reivindica.
 
I
La calle se transforma en río
 sangrando soledad sus adoquines.
 Este Támesis lento borracho
 que se hunde pez
 con el rictus
 marcando risotadas de naranja sin esfera.
 
Nosotros que rodamos con la sombra
 del lenguaje
 pisándonos los talones
 por la calle Estigia
 sin barquero
 soltamos los peniques
 a la entrada del metro sin destino.
 
Nosotros
 con el cartón azul
 de los calendarios
 besamos esta lluvia hasta la metamorfosis.
 
 II
 
 La lluvia anuncia
 la gran transformación.
 Sutil escarabajo entonces
 rompe la luna del armario
 
Dime por qué
 nuestros ojos sin muerte olvidan
 que el violín azul de Thomas
 tañe poemas en la esquina del Hades.
 Esos ojos tendían arcadias
 en la liña violeta de los entrepatios.
 
Mordida vestimenta
 cada cual silencioso hijo de Cibeles
 recoja los añicos de sus sombra
 y la luna en el suelo
 suena ladrido verde
 entre botellas
 de yodo.
 
VI
 
 Aquí en este árbol desfallece el aire
 y la rama crepita son de incendio.
 
Transeúnte. Barquero azul—
el hombro
 con sus hilos de luna sobre el árbol
 
pero tu sombra boga
 a la isla dormida
 sangrando lento mar de Prometeo
 por todo el corazón del horizonte.
 
 VII
 
 Un río viajará desde la sombra
 a la quietud del árbol—
lento río interior para transeúntes
 sin pez en los zapatos
 de pisar transparencias.
 
Oráculo sin vientre
 para las cero coma treinta y cinco
 hora de Ítaca. Crujen los amarantos
 y la ciudad olvida la ruta
 en la aurora verde del volcán.
 
 
 
 XI
 
 Todo el pájaro pende
 del otoño
 el ala
 desnuda
 tu intención triste carne
 invisible
 vertida en el poema
 por el trino
 callado
 de la isla.
 
XIV
 
 Tú en las brumas de Londres
 aguardas lento cuervo: su graznido
 tiñe rubio sabor de amaranto.
 
Tú Amor enamoras la noche
 la ventana con Támesis y yo aquí
 contra el río invisible de mí mismo
 destrozando la noche
 anocheciendo
 la flor antigua de este mar
 en un azúcar tuyo sin lenguaje.
 
DUNA
 
Duna es azar,
 añico del silencio.
 Montaña, montaraz peldaño
 de la brisa: la sombra
 en el reverso de la luz,
 la luz como vagando
 por la sombra.
 
 
 GUIRRE
 
Guirre en el pensamiento;
 en el espacio, mente
 de guirre que es mi mente.
 No la sal ni la sed de las palabras:
 eres tú, lejanía,
 silencio que es dolor
 para este pájaro infinito.
 
GARAJONAY
 
Garajonay del sueño: veo una sombra
 y, en la sombra, el espejo del espejo.
 Ya no eres el azar sobre la luz:
 es que la voz del árbol
 se refleja en el agua.
 
DOSAGUAS
 
Una brizna de ti cae en el agua;
 un eco inerme de sutil lenguaje
 crea heridas de lluvia, dulce hierba.
 
El eco amamantado de neblina,
 regresa al horizonte de la charca
 como la honda y fugaz respiración.
 
CAÑADAS
 
La luz fue un estallido de conciencia
 y un fragmento quedó de mí indemne
 en el espliego: luz que pace sombra
 y escancia un archipiélago de sal.
 
 
 
YO QUERÍA ESCRIBIR UN POEMA
Yo quería escribir el último poema,
el definitivo albor, la hondonada más honda.
Yo quería escribirlo, pero el poema a veces
caía en la cabeza como una maza o un cielo bárbaro.
Un castillo de arena siempre en la linde del olvido
y el recuerdo esfumándose.
Yo quería escribir un poema como
quien pinta o despinta
un grillo. Escribir como si dejara
mi verso en la ventana abierta de la vida
un caracol, un fósil, algún cuervo amarillo
sobre el hombro cuadrado y negro de un león.
Quería liberar todos los sentidos. Todos
ponerlos con grilletes de nubes en hilera.
Y el poema se fue más allá de la tinta
y de mi voluntad de dar fin a esa roca
que me hace empezar de nuevo
cada vez que quiero escribir un poema.
De la batalla casi no salgo bien librado
pues el poema quiso ser la mantis religiosa
que me haría expirar con la sonrisa ingenua
de agradecimiento con que mueren
poetas e insectos mal parados.
Y fumamos la pipa de la paz para siempre
la poesía y yo: ella mi piedra,
yo
Sísifo.
EL SILENCIO
 
Nada me lleva a sitio alguno, salvo
una palabra menos en el silencio:
un silencio de más me transporta
a ese desconocido puerto
donde todo confluye y al unísono
la identidad dispersa
el brillo de no ser
 
(De Sísifo Sol)

3 comentarios:

  1. Decía yo, en el prólogo de Simphonia quenuestro poeta logra con sutil simetría que la palabra transmita nuevas sensaciones, que evoque emociones. Y lo consigue, porque sabe realizar un dibujo armónico con los objetos de la naturaleza y la estética de los espacios, hasta tal punto que logra alcanzar una representación simbólica de lo universal.

    blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

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  2. Muito grato, Luis. Gracias por tu lectura atenta y a ti también, Rosario, mi amiga, compinche. Besos y abrazos para los dos.
    Antonio.

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  3. Grande Antonio Arroyo. Como he tenido ocasión de decirle, la poesía lo ha escogido como uno de sus portavoces. Por eso leer sus poemas y oírlo cuando habla de poesía tiene un marchamo de autenticidad
    indiscutible. Esta muestra que Luis expone es un claro ejemplo de lo dicho.

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