sábado, 31 de diciembre de 2022

Feliz año viejo-nuevo: los chinos fabricando virus a toda pastilla


Ese último mes del año se despide en España con numerosos casos de violencia conyugal, Navidad es una época de alto riesgo. ¿Por qué sucede esto en fechas teóricamente marcadas por las celebraciones familiares, las cenas, los regalos, la alegría? Es una tendencia cruel que se repite en los últimos años, y los psicólogos tendrían que analizarlo. Son venganzas que se han ido cociendo en medio de la aparente paz del hogar, y que estallan justamente con motivos de estas fiestas navideñas, el momento para hacer mayor daño a hijos y antiguas parejas. Este final de año ha sido particularmente significativo, con una explosión de casos.

Diciembre suele ser un mes para la reflexión, para hacer balance sobre lo que ha sido el año y qué metas hemos alcanzado, una Navidad más significa que nos queda un año menos.  Es habitual que en esta época también pensemos en aquellas cosas que queremos cambiar o conseguir en el nuevo año, ahora bien, habría que preguntarse por qué muchas veces fracasamos. Un cambio de año solamente es un cambio de fecha. Uno es la misma persona el 31 por la tarde que el día 1 por la mañana, así que realmente cuando uno analiza al final del año cómo ha sido nuestro paso por los últimos doce meses, debemos ser conscientes de que nuestra voluntad flojea, y no somos capaces de afrontar los proyectos hasta el final.

Se presenta un año doblemente electoral, en mayo las municipales y autonómicas, y seguramente a finales de año las generales, así que muchos se están frotando las manos: habrá costosas campañas, se tirarán los trastos, todos se sentirán ganadores, cada cual con su cuota de felicidad. Un amigo del PP me dijo no hace mucho: ¿por qué te preocupas, Luis, si desde hace mucho tiempo yo percibo que el PSOE y el PP se parecen tantísimo que casi son los mismos: meras maquinarias para gobernar? Sí: los grandes partidos tienen intereses comunes, pero sobre todo lo que quieren es perpetuarse en el poder.

Tengo un amigo filósofo, Eduardo Sanguinetti, a quien conocí en Buenos Aires. Es un idealista que escribe esto con motivo del año nuevo: “Ante la lógica de los ‘justos’, la ‘benevolencia’ impasible de los generosos y los ‘virtuosos’, junto con la seriedad de los ‘teóricos’, se perpetra el despojo de derechos, la expoliación de la vida, la degradación de la salud, el hambre como regla y norma, la vida espantosa, sin visión de modificar el horizonte pintado a mano, paisaje verídico, al que asistimos. El sentido popular, asimilado en sensibilidad y ética, no ignora que la aldea global está envilecida tras el lucro, en cuyas manos se concentra la riqueza y el poder de decidir sobre la vida de comunidades enteras. Lejos de promover la armonía y el bienestar de hombres y mujeres, solo ha provocado ha despertado los bajos instintos en un mundo que expulsa a los valientes y premia a los mercenarios, los cobardes, traidores y simuladores.”

Los argentinos, como ha dicho Jorge Valdano tras el triunfo de su selección en el mundial de Catar, son un pueblo sufridor de tantas catástrofes políticas y económicas que se remedian con el fútbol. Son gente con orgullo y capacidad de supervivencia, pues a pesar de tener tan malos gobernantes, y a pesar de los muchos recursos del país, siempre están felices de mostrar ser lo que son: el orgullo patrio es asignatura básica para posicionarse ante el mundo. Igual que a los brasileños, el fútbol es la medicina santa que les cura todas sus depresiones cuando ganan una Copa América y, sobre todo, cuando triunfan en un Mundial. Y los chinos fabricando virus a toda pastilla, nuevas oleadas malsanas.

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