El 1 de febrero comienza el año del Tigre según el horóscopo chino. ¿Qué podemos esperar sino otro año de dificultad y sobresaltos como le gustaría a Nostradamus? Hay que decir no y debemos creer que el 2022 no será malo: el Tigre podría traer el resurgir del Ave Fénix, la renovación y la esperanza después de tanto estancamiento y tantos retrocesos. En esa interpretación viene un año de ilusión y sobre todo, optimismo. Ojalá, porque hemos comenzado el año con la misma trompetería política que nos dejó el 21. Por ejemplo, el alcalde de Madrid, que visto de lejos tiene una apariencia de hombre bajito, sereno y sosegado si lo comparamos con la señora Ayuso, ha vuelto a echarse al monte al afirmar que la escritora Almudena Grandes no merece la distinción de Hija Predilecta de la ciudad, y si ha tenido que acabar por aceptarlo se debe a que necesitaba votos para aprobar los presupuestos. Vistas así las cosas, da la impresión de que los 47 millones de españoles vamos a tardar siglos en librarnos de los estigmas de la guerra civil, la intolerancia de las dos Españas. Este regidor olvida que un gestor político tiene que gobernar para todos los ciudadanos, incluso para quienes no le dieron el voto.
Vivimos en una sociedad agresiva y como apreciamos en el cine, la televisión y los videojuegos, estamos inmersos en una tendencia hacia la hostilidad que moviliza los peores instintos y que genera muchos impulsos violentos. Psiquiatras y sociólogos advierten de que la agresividad está incrementándose entre nosotros con el incremento del acoso en las escuelas, la acometividad en las redes sociales, el vandalismo en las ciudades, la perversidad de las noticias falsas, las letras machistas del rap y el reguetón, los crímenes en el ámbito conyugal, las peleas por incidentes de tráfico, etc.
La cultura y la educación son las mejores formas para modular todo esto y se apela a hacer un esfuerzo para conseguir mejores resultados en la lucha contra todas las formas de disfunción social basadas en la intimidación. La ciencia estima que los humanos somos belicosos por naturaleza, la competitividad está en nuestro ADN y este instinto ha sido necesario para la supervivencia de la especie, pero en lo que falla la sociedad actual es en el control de los comportamientos agresivos innecesarios y patológicos. Es decir que la agresividad está en nuestros genes, pero nunca debemos enaltecerla.
Entre las causas que se apuntan sobre esta falta de control destacan algunos factores socioambientales de las sociedades modernas como la masificación, la pobreza, la contaminación acústica y la atmosférica, las deficiencias de la educación y la frustración de las expectativas de buena parte de la juventud. Uno de los mitos que se rompe es el de que el sexo masculino es más agresivo que el femenino, ya que los últimos estudios apuntan a que la tasa de agresividad es en las mujeres igual o superior a la de los varones y lo único que cambia es la forma de expresión. En los hombres, que por lo general tienen más fuerza y mayor tamaño, las formas de agresión suelen ser directas y extremas, mientras que, las mujeres optan por formas indirectas y sutiles pero igualmente dañinas como la descalificación, el rechazo o la humillación.
Como contrapunto, para finalizar debemos recordar la dulzura y el empuje de una mujer como María Mérida, superviviente del folklore, que nos dejó a los 96 años después de una intensa vida de actuaciones en medio mundo. Frecuentaba la Casa de Canarias en Madrid, y siempre dio testimonio de su cariño, era una buena persona.
(Publicado hoy 10 de enero en Ida y Vuelta. La Provincia, página 17)
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