jueves, 23 de junio de 2016

Vuelven las hogueras de la noche de San Juan


Ya vuelven las hogueras de San Juan, noche del 23 al 24 de junio. ¿Por qué en Canarias existe una cierta inclinación hacia lo mágico, y la celebración perdura en Las Palmas de Gran Canaria, Telde, Arucas y otros muchos municipios? Por nuestros cruces culturales, por ser sociedad de mestizaje. Además se constata que históricamente tuvimos pocos médicos –en la ciudad de Las Palmas los tenía la gente principal: el obispo y los corregidores, el inquisidor y los aristócratas de los mayorazgos- por esta circunstancia florecieron los curanderos que conocían los rudimentos del arte de la sanación. Esa noche incorpora prácticas de adivinación sobre la vida, los amores y la muerte. Se observa el agua de un estanque o un aljibe, de una palangana o de un vaso para concluir –según esté clara o turbia- si el futuro será bueno con nosotros. Se pone agua con pétalos de rosas y se deja al sereno, o para pronosticar si habrá lluvia en el siguiente año se escriben los nombres de los doce meses, se les echa sal y se dejan al aire libre para que la humedad nos indique cuando habrá lluvia. Las predicciones del amor se utilizaban para saber si el futuro esposo será pobre o rico, conocer su profesión o desvelar si sus intenciones son las de casarse o sólo divertirse. Para ello las jovencitas usaban elementos cotidianos, como papas, frutos, granos de trigo, bolas de pan, claras de huevo, etc. San Juan era, asimismo, propicio para rituales de curación, y las plantas medicinales debían ser recogidas justo esa noche. Los niños herniados debían ser curados al alba del 24, mediante la ceremonia de pasarlos por el mimbre. Los curanderos conocían las plantas, manejaba los objetos y ejecutaban las ceremonias invocando siempre la fe religiosa, la vida de Cristo y los santos, el evangelio, las oraciones y el apoyo de los apóstoles, de los cuales San Juan era el predilecto.

Por otro lado nuestro lenguaje tiene ecos de poesía y de simbolismo, muchas veces hablamos por ocultación, lo cual en cierto modo supone un ejercicio mágico. Aunque constituimos una sociedad en rápida transformación nos queda cerca el mal de ojo, el arreglo del pomo, la isla de San Borondón, supuestas casas poseídas por ánimas como la de Tacande en La Palma, las leyendas de la luz de Mafasca en Fuerteventura y la luz de El Time, también en La Palma, el sorteo de los santos cuando no llueve, etcétera. Hemos carecido de ciencia y por ello recurrimos a una cultura popular en la que aparecen arcaísmos. Nuestra configuración como sociedad que nació de diversos aportes, hace pervivir creencias y usos aborígenes, como las tibicenas o perros de la noche, la sangre de drago, los ritos de invocación al sol o las ceremonias dedicadas a propiciar la lluvia, como la fiesta de La Rama de Agaete. A las islas llegó también el influjo de judíos y moriscos expulsados de la Península, de los esclavos negros traídos del Golfo de Guinea y Cabo Verde y de los artesanos portugueses que dirigían las labores en los ingenios; vinieron agentes del comercio de toda Europa y familias que trajeron costumbres mediterráneas, y otras de Galicia que añadieron elementos celtas; además de todo ello, hicimos el camino de ida y vuelta con América.

 

Los pueblos primitivos configuraron ritos relativos a la luz, la fecundidad y la resurrección de la naturaleza, ya que el verano es tiempo de cosechas. Hacia el 21 de junio la declinación del sol con respecto al ecuador es la máxima y los días pasan a ser más largos que las noches. Sabemos que los guanches tenían ceremonias de adoración al sol, al que ofrecían vísceras de animales para propiciar la fortuna en la recolección del cereal.

 

La hoguera en la que arden muebles, vestidos viejos y desechos tiene –al igual que el incienso de hindúes, budistas y cristianos- una acción positiva: es como si quedasen protegidas las casas, los sembrados, los animales domésticos. San Juan era, en el Tenerife rural, el tiempo de iniciar los baños de mar, no sólo para las personas sino también para los rebaños de cabras, caballos, mulos y otros animales, que eran purificados en tal fecha. Viera y Clavijo dice que en El Charco Verde de La Palma acudían los enfermos a bañarse justo por San Juan. En Icod existe la tradición de los “hachitos” de trapo empapados en petróleo, una procesión nocturna con danzas y la imagen de San Juan, mezcla de paganismo y cristianismo ya que se funde la llegada del verano con el ceremonial católico. En Agulo, La Gomera, existe la tradición de los “piques” o pugna verbal entre los barrios.

 

Para los cronistas, la recogida de las cosechas o Beñesmén aborigen sería algo más tardío que San Juan. Según Mármol Carvajal, 1573, “los antiguos africanos de Berbería fueron todos ydólatras y adorauan el sol y el fuego”. En opinión de Hermógenes Afonso de la Cruz, las hogueras que los guanches practicaban a finales de junio en honor al sol, fueron cristianizadas tras la conquista. Según el historiador Marín y Cubas, “entre el 21 y el 22 de junio, los  primitivos canarios hacían fogaleras y llamaban a los magos, que eran los espíritus de sus antepasados.” Para Pedro Gómez Escudero, citado a su vez por Francisco Morales Padrón, los canarios “llamaban a los magos, que eran los espíritus de sus antepasados, que andaban por los mares y venían allí a darles aviso cuando los llamaban, y veíanlos en forma de nubecitas” En el Atlas de Marruecos hombres y mujeres realizan la misma ceremonia: rodean la hoguera, saltan la primera humareda que se eleva y exclaman: ¡Cualquiera que sea el lado hacia el cual tú deseas inclinarte, oh humo, muéstralo” Se observa la dirección del humo y sacan los presagios; el año será malo si se inclina hacia el oeste y el norte, bueno si se dirige al Este, al poniente. Sectores nacionalistas conmemoran el llamado Achún Magek, con que se iniciaría el nuevo año en la noche del 21 de junio. Se rompe un gánigo y se queman frustraciones, se salta sobre las cenizas y se pide que el año venidero traiga salud, progreso para rebaños y cosechas. Luego se realiza un baño en el mar. Y cada año vuelta a empezar.

 


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