lunes, 25 de noviembre de 2019

Cataluña y Quebec no son lo mismo ¿o sí?


Qué tremendo dolor de cabeza produce la situación postelectoral. Felipe González se niega a felicitar a Pedro Sánchez tras su triunfo en las urnas, y, en cambio, a José Luis Rodríguez Zapatero le parece de maravilla el anunciado pacto entre PSOE y Unidas Podemos. “Deseaba que se produjera”, dice el ex presidente mientras Felipe González no se esconde cuando muestra su indiferencia, e incluso su desdén, por el presidente en funciones. Las largas, tensas y difíciles negociaciones para formar gobierno no garantizan que finalmente tengamos un gobierno, unos presupuestos, una normalización de la vida política nacional. ¿Y acaso hay alguna salida para que gobierne el otro bloque político surgido de las elecciones, acaso a las tres derechas les salen los números para conseguir la investidura?
No parece muy fiable una reciente consulta de la Generalitat de Cataluña, según la cual el número de catalanes independentistas estaría cayendo desde el inicio del proceso hasta la actualidad. Según los datos de este informe, los ciudadanos que preferirían una Cataluña independiente no llegan al 42 por ciento, mientras que los que la rechazan son casi el 49. El republicanismo tiene una larga tradición en esta comunidad, y contemplamos que casi el 73 por ciento de los encuestados suspenden a la monarquía, que es la institución menos valorada, con una puntuación de solo 2.17. Hay que tomar con muchas precauciones el dato de que la preferencia de los catalanes por alzarse en un estado independiente no ha dejado de caer, según el CEO, Centre d’Estudis d’Opinió, tras la publicación hace solo unos días de los resultados de esa encuesta. Este deseo de secesión habría descendido a mínimos históricos, y, aunque el informe no va más allá de las meras cifras, hay que indicar que ese sondeo se realizó antes de que se publicara la sentencia contra los acusados por organizar el referéndum ilegal del 1 de octubre. Por tanto no sabemos qué consecuencias tendría en la opinión pública la publicación de la sentencia y la sucesión de episodios de violencia callejera. Al haberse realizado antes, la encuesta resulta dudosa. El clima fuertemente emocional en que vive la sociedad catalana hace que las tendencias sumen o disminuyan según los acontecimientos. Lo que sí está comprobado es que durante el mandato de Rajoy el independentismo se disparó, generando la profunda brecha social.
A Puigdemont no le han permitido ir a Canadá, donde la intentona separatista de Quebec ha sido frenada a lo largo de diversos referéndums. La cosa viene de lejos, de cuando en medio de un aclamado viaje al territorio al general De Gaulle se le ocurrió gritar desde el balcón del ayuntamiento ¡Viva Quebec libre!, lo cual obviamente reforzó a los independentistas. Pero al cabo del tiempo el primer ministro Chrétien designó a Stéphane Dion como ministro de Asuntos Intergubernamentales, en 1996. Dion desafió las afirmaciones de los soberanistas sobre la validez jurídica de la pregunta del referéndum celebrado en 1995. Estimó el ministro que una declaración unilateral de independencia no es compatible con el derecho internacional, que una mayoría del 50 por ciento más uno no sería un umbral suficiente para establecer la secesión y que el derecho internacional no protegería la integridad territorial de Quebec tras la declaración de independencia. Señalaba Dion que la gran mayoría de los expertos en derecho internacional “no creen que las entidades constitutivas de un país democrático como Canadá tengan derecho a declarar unilateralmente la secesión”. También afirmó que una mayoría independentista por escasa diferencia de votos, que podría desaparecer en poco tiempo en medio de las nuevas circunstancias, sería insuficiente para dar legitimidad política al proyecto soberanista, puesto que habría cambios trascendentales para la vida de los quebequenses que se derivarían de la secesión. En lo que respecta a la integridad territorial del país “no hay ni un párrafo ni una línea en el derecho territorial que proteja el territorio de Quebec pero no el de Canadá. La experiencia internacional demuestra que las fronteras que busca la independencia pueden ponerse en duda, a veces por razones democráticas.” Canadá un estado federal constituido por dos comunidades muy diferentes; la mayoría del territorio es anglosajón y protestante, mientras que en Quebec se habla francés y su población es católica. A raíz de las intentonas separatistas, muchas empresas huyeron de Montreal a Toronto y Ottawa. En nuestra opinión, Canadá es el país de la utopía, capaz de reunir a enemigos de larga historia: anglosajones y franceses, en un proyecto común. Su calidad de vida es notable, en su gigantesca superficie tiene bosques, ríos y lagos de gran belleza, no registra la violencia que late en la vecina sociedad estadounidense, no existe el culto a las armas que genera la Asociación Nacional del Rifle, su sanidad, su educación y su prestigio están intactos. Difícil lo va a tener también Escocia para emanciparse del resto del Reino Unido, como difícil va a  tener el Reino Unido asumir las consecuencias del Brexit, si finalmente llega a concretarse después de tantas prórrogas.
Prosiguiendo con su altanería habitual Donald Trump ha dado un pasito más contra los palestinos, puesto que EEUU deja de considerar ilegales los asentamientos israelíes en Cisjordania. De este modo, se estrechan los lazos entre dos gobernantes, Trump y Netanyahu, que se saltan la normativa internacional, la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU que considera estos asentamientos una violación flagrante del Derecho Internacional. Y, como era de prever, ha echado por tierra la actitud de su predecesor Barack Obama en este y en otros temas de envergadura.  Qué desgracia para la humanidad tener que soportar a un personaje de este calibre.
Por último, conviene anotar que no deja de resultar extravagante el hecho de que Benito Pérez Galdós nunca fuera nombrado Hijo Adoptivo de Madrid, y que esta propuesta haya tenido que esperar nada menos que cien años, para que los señores concejales la hagan coincidir con la conmemoración del centenario de su muerte, dentro de dos meses. El que fuera gran retratista de la capital tuvo un entierro con gran dimensión popular, pero las autoridades, la nobleza, el clero y el ejército seguramente no estuvieron muy contentos con el despliegue del duelo. No en vano hicieron todo lo posible para que nunca recibiera el Premio Nobel. Esto es algo que suele suceder entre nosotros: los honores póstumos llegan tarde, mal y nunca. Y dejan señal del papel con el que quienes mandan valoran a los disidentes brillantes, a los genios cuya obra perdura en medio de tanta mediocridad.

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